La Atalaya

Este balcón natural constituía un punto clave en la vigilancia de la pesca.

 

Desde este atalaya los vigías controlaban los mansíos, grandes bancos de sardinas que nadaban cerca de la superficie. Cuando avistaban uno de estos bancos daban una señal de aviso, y los botes de pesca se apresuraban en llegar a él, ya que el primero en llegar tenía los derechos de pesca. Si el patrón de la primera embarcación decidía pescar a junta, el resto de botes colaboraban en la pesca y se repartían las capturas entre todos. Sin embargo, si el patrón decidía que no había junta, el resto de embarcaciones debía abandonar la zona, no sin antes entorpecer en la medida de lo posible la pesca e intentar que las sardinas se hundiesen a más profundidad a base de golpes en el agua con los remos. Dada su situación, justo encima del puerto viejo y próximo al barrio donde vivían los pescadores, sirvió como zona de encuentro de mujeres y niños, que esperaban, sobre todo en días de mal tiempo, la llegada de los barcos.